Unir para ganar, ganar para gobernar y gobernar para que los españoles puedan construir su proyecto de vida.
Es el legado más importante que podemos dejar como miembros de este partido.
Desde los días de su moción de censura contra Mariano Rajoy, la única fortaleza de Pedro Sánchez ha sido la desunión del centroderecha. Consciente de su incapacidad política para alcanzar una mayoría parlamentaria suficiente y gobernar por sus escasos méritos, trabó una coalición negativa con las fuerzas populistas para instaurar un monopolio de dominación de los tres poderes del Estado, a espaldas del interés general y a despecho del constitucionalismo y de la libertad de los españoles.
Las fracturas artificialmente dilatadas, la polarización deliberadamente inducida, los personalismos, la improvisación y la irresponsabilidad parecen dominarlo casi todo, con las consecuencias evidentes: una España casi ingobernable, en permanente tensión y sin capacidad de reacción ante los gravísimos problemas que sufre.
Hoy ya nadie duda que la revolución digital es la nueva frontera del siglo XXI, y que el 5G es una de sus grandes herramientas. Una herramienta que permitirá a la España rural reducir la brecha digital con la España urbana. El 5G puede llenar de futuro a la España vaciada.
La llegada del 5G es una promesa de los operadores que tiene que contar con la suficiente inversión pública para llegar a buen fin. Por lo que no podemos engañarnos, tiene que haber un pacto nacional en materia de 5G que cumpla con unos calendarios para llevar el 5G a la industria, a la agricultura y al resto de sectores. Necesitamos un mayor liderazgo del Gobierno en este tema.
El coronavirus está cambiando nuestro mundo de una manera que nunca hubiésemos imaginado. Y de todas sus durísimas consecuencias, las vidas que ha arrebatado son, sin duda, el tributo más amargo y doloroso. Unas vidas que sobre todo pertenecían a nuestros mayores, a la generación de españoles que, con su trabajo y sacrificio, levantó nuestro país hasta convertirlo en una de las más grandes y prósperas democracias del mundo. España tiene con ellos una deuda eterna de gratitud y reconocimiento que nunca prescribirá.
La hoy conocida como economía social tiene una larga tradición en España. Las cofradías de pescadores, las cooperativas, las mutualidades o las sociedades laborales llevan existiendo décadas si no, incluso, más de un siglo en nuestro país. Las mutualidades, por ejemplo, son herederas de las sociedades de socorro mutuo que aparecieron en el siglo XIX y fueron, a su vez, herederas de las antiguas cofradías.
Con esto quiero señalar que las raíces de la economía social son muy profundas en España. Las empresas de la economía social se han desarrollado en paralelo a las sociedades de capital y han sabido consolidarse en nuestra realidad económica. La Ley 5/2011 de Economía Social permitió reflejar esta larga tradición en un texto legal y consiguió así afianzar un marco jurídico que dé cobertura legal al conjunto de entidades que integran la economía social.