Desde los días de su moción de censura contra Mariano Rajoy, la única fortaleza de Pedro Sánchez ha sido la desunión del centroderecha. Consciente de su incapacidad política para alcanzar una mayoría parlamentaria suficiente y gobernar por sus escasos méritos, trabó una coalición negativa con las fuerzas populistas para instaurar un monopolio de dominación de los tres poderes del Estado, a espaldas del interés general y a despecho del constitucionalismo y de la libertad de los españoles.
Las fracturas artificialmente dilatadas, la polarización deliberadamente inducida, los personalismos, la improvisación y la irresponsabilidad parecen dominarlo casi todo, con las consecuencias evidentes: una España casi ingobernable, en permanente tensión y sin capacidad de reacción ante los gravísimos problemas que sufre.
Renunciemos a que se haga cargo de la situación de los seis millones de españoles que este lunes no podrán ir a trabajar. Olvidemos un recuento respetuoso de los cerca de 100.000 fallecidos por coronavirus. Demos por imposible el sentido de Estado en aquellos que atacan o callan ante los ataques a la Corona. Que no se nos ocurra confiar en la contención institucional (recordemos a Levitsky y Ziblatt) de quienes cercenan por vías autoritarias la independencia del poder judicial o la neutralidad de otros organismos e instituciones públicas. Ingenuo de quien espere reformas estructurales (esas las acabará imponiendo Europa) o del que guarde la esperanza de ver llegar medidas verdaderamente eficaces para alejar la pesadilla de la insolvencia a los hosteleros, a nuestros comerciantes y a nuestra industria turística afectados por la pandemia.
Sánchez no deja crecer la hierba de la estabilidad. En la sociedad española hay mucha menos tensión, mucha más sensatez y mucha más capacidad de cooperación, de integración y de trabajo a favor de propósitos comunes de la que el sanchismo es capaz de ofrecer. Pero la nueva política, sus urgencias y sus servidumbres, impide que la sociedad disponga de la representación adecuada a su verdadero estado de ánimo y preocupaciones.
En este contexto, y para asombro y desilusión de muchos españoles, Sánchez se aprovechó de Ciudadanos para tratar de derribar de forma injusta los Gobiernos de libertad de Fernando López Miras y de Isabel Díaz Ayuso, dos gobernantes que en todo momento han estado a la altura de lo que las circunstancias exigían. Los gobiernos de libertad recibieron este nombre hace dos años porque su máxima aspiración es dotar a los ciudadanos de la prosperidad necesaria para que puedan emprender un proyecto de vida en libertad.
Sin autonomía no hay libertad, sin la independencia que da un empleo no hay libertad. La obsesión de Sánchez contra las sociedades abiertas construidas por murcianos y madrileños es la mejor prueba del éxito incontestable de la gestión. Los pactos deben estar forjados en el camino de servidumbre de Hayek: «El hombre es libre si sólo tiene que obedecer a las leyes y no a las personas».
No merece la pena perder un minuto en el comportamiento desleal e irresponsable de quienes deshonraron sus compromisos de Gobierno. Solo generan tristeza y decepción personal de quienes un día confiamos en su palabra. Los españoles que formamos parte del centroderecha quizá ayer teníamos derecho a discrepar en los detalles, hoy tenemos la obligación de unirnos a un proyecto cuyos principios fundamentales todos compartimos.
El futuro no es lo que va a llegar sino lo que vamos a hacer, dijo alguien. Se nos ha abierto una oportunidad que no podemos desaprovechar. Estamos en un cambio de rasante. Murcia abre el camino y en nuestras manos está convertir las elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid en el principio del fin del enfrentamiento al que nos somete el socialismo sanchista. El principio del fin del intervencionismo estatalista, de la ideología autoritaria de la fractura, de los impuestos que expulsan la riqueza, del paro y el déficit ruinoso, del desdén y la ocultación de la enfermedad, del sometimiento a los enemigos de España, del subsidio como forma de anular la libertad y el crecimiento, de la manipulación sectaria de nuestra historia común como nación, de las amputaciones a las libertades individuales en todos los órdenes de nuestra vida.
Amar a España es pensar qué necesita de nosotros y hacerlo, y lo que necesita hoy es que unamos fuerzas alrededor de una nueva alternativa política constructiva, cohesiva, mayoritaria. Y por tanto necesariamente centrada en lo importante: Hoy el PP quiere reunir a todos los que no tienen miedo, sino esperanza por el cambio.
El PP es garantía de gobierno porque sabe unir. Y no se trata solo de unir el voto, se trata de que nos unamos como país, sobre la base de unos principios sólido para gobernar para todos. Como decía Pablo Casado en el proceso de primarias: «No quiero a España por ser perfecta, la quiero para que lo sea». Sólo un centroderecha fuerte puede ser verdadera alternativa, y solo hay un centroderecha: el PP.
Hay una mayoría social que quiere cambiar de Gobierno, y tenemos que convertirla en mayoría electoral. Este será el epicentro sobre el que gire nuestra Convención del próximo otoño: la reafirmación de nuestros principios y valores como nexo de unión entre las muchas personas que conforman el centro derecha español.
En las últimas elecciones municipales y autonómicas Pablo Casado demostró que el liderazgo también es tomar decisiones valientes en momentos de dificultad. Su apuesta por José Luis Martínez Almeida e Isabel Díaz Ayuso hace dos años ha demostrado sus capacidades para adelantarse, prever el futuro y construir liderazgos que crezcan junto al suyo para construir una España mejor.
Necesitamos una agenda centrada en las prioridades de las personas, de unidad, de libertad y de cohesión social. Para ello, vamos a presentar la Convención Nacional de 2021 como una convocatoria política abierta a la sociedad. Un proyecto de principios y futuro para cimentar la nueva mayoría que España necesita. No se trata de resistir en la derrota, se trata de organizar al centro derecha para ganar.
El Partido Popular tiene un proyecto ganador, liderado por nuestro presidente nacional, Pablo Casado. El PP es la plaza abierta de la libertad. Es un futuro para España, un acelerador de empleo, reformismo y prosperidad. Hemos cometido errores, sí; hemos rendido cuentas, sí; las nuestras son las mejores credenciales de toda Europa en la resolución de las peores crisis económicas y de empleo. Somos la solvencia y la recuperación, somos un partido europeísta, la energía del constitucionalismo, sabemos cómo derrotar en las urnas a la izquierda, porque lo hemos hecho muchas veces. Nuestras señas de identidad, que hoy izamos con orgullo, son una bandera ganadora frente a la ofensiva contra los valores abiertos y liberales de nuestra sociedad. Para culminar la alternativa vencedora, necesitamos la confianza social en torno a este gran proyecto de futuro, necesitamos la unión absoluta de una gran mayoría, necesitamos hacer más España para hacer más libertad.