Cuando hablamos de Ciberseguridad no hablamos de un concepto etéreo, ni de seguridad informática, ni de seguridad de la información, sino de todo ello y más. Hablamos de una nueva dimensión de nuestra realidad, de nuestra proyección nacional, en la que, como en el mundo físico, se ponen en juego nuestras libertades y nuestros derechos.
La sociedad digital solo va a poder desarrollarse en toda su plenitud y ofrecer a la humanidad todo su potencial transformador si primero conseguimos organizar los aspectos no tan positivos de la disrupción digital, y por eso los Estados más avanzados ya están regulando, y están organizando todo lo relativo al ciberespacio.
No podemos quedarnos atrás en esta revolución, la economía digital es un hecho. España no está hoy entre los diez países más ciberseguros del mundo, superándonos Estonia, Georgia y Canadá. En 2017, España registró más de 120.000 incidentes en esta materia. Además, la ciberseguridad es un importante sector en auge que en España ha crecido por encima del 10%, muy por encima de la media europea.
Según Kevin Mitnik, uno de los hackers más reconocidos de toda la historia, las organizaciones, incluidos los gobiernos, gastan millones de euros en firewall, en cortafuegos, en dispositivos de seguridad, pero eso es tirar el dinero si ninguna de estas medidas cubre el eslabón más débil de la cadena de seguridad, que es la gente, las personas que usan y administran los sistemas. Es más necesaria que nunca una ley que reconozca estas cuestiones en materia de ciberseguridad.
Es necesaria crear una auténtica política de Estado de seguridad nacional y generar, mediante el debate público en el Congreso, una autentica cultura de ciberseguridad en la sociedad española.
Como decía Van Gogh, “los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta terrible. Nunca han encontrado en estos peligros razón suficiente para permanecer en tierra”. Si nos lanzamos al mar del ciberespacio, si nuestras empresas cada vez están más conectadas, si están utilizando el IoT, el Big Data, la Inteligencia Artificial, es necesario que nosotros, aunque la legislación siempre irá por detrás de lo que demande la sociedad, pongamos los pilares para conseguir que toda esa travesía sea lo más segura posible.
Hay un elemento en la seguridad que es intangible, que se determina con la acción de los poderes públicos, y es la confianza: la confianza de no ver la red convertida en un tiroteo de acusaciones, falsas alarmas, de noticias falsas, que tanto han beneficiado a algunos durante un proceso reciente de insurrección de todos conocido. La confianza de saber que los derechos que nos asisten en la calle no quedan en suspenso en la red, sino que son un reflejo de lo que ocurre en la calle; la confianza de saber que están protegidos sin estar siendo vigilados o monitorizados.
Porque el tiempo que nos toca vivir, nuestro tiempo, hace más actual que nunca aquella frase del pensador vienés, Karl Popper, “Tenemos que hacer planes para la libertad y no solo para la seguridad, por la única razón de que solo la libertad puede hacer segura la seguridad”.